En todo método se distinguen diversos aspectos:
• Objetivos que se pretenden
• Medios materiales adecuados
• Técnicas y procedimientos para cada caso
• Orden racional para alcanzar los objetivos
• Tiempo a emplear, ritmo a imprimir en el trabajo.
El método como la equitación en sí, también tiene unos principios fundamentales en que se basa y sostiene, y pueden ser estos: Principio de la ordenación que supone la disposición ordenada de todos sus elementos en progresión bien calculada, para que la enseñanza sea eficaz. Principio de orientación, que proporciona a los alumnos una orientación segura y definida para que aprendan de modo seguro. Principio de finalidad, que lo hace válido y significativo cuando apunte a los objetivos que los alumnos deben alcanzar. Principio de adecuación, a través del cual se procura adecuar los datos de la materia a la capacidad de los alumnos. Principio de economía, que procura cumplir sus objetivos del modo más rápido fácil y económico en tiempo, materiales y esfuerzos, sin perjuicio de la calidad de la enseñanza. El segundo acto que favorece la enseñanza, son las técnicas de enseñanza, tan importantes en la equitación; son un recurso didáctico, son como los instrumentos que se pueden usar a lo largo del desarrollo de cada método. De ahí, que para alcanzar sus objetivos, un método de enseñanza necesita echar mano de una serie de técnicas. Se puede, pues, afirmar, que el método sea efectivo a través de las técnicas. El método parece más amplio que la técnica y llegamos al tercer acto favorecedor de la enseñanza que dijimos eran los procedimientos didácticos o maneras de desarrollar un determinado método instructivo desde una perspectiva predominantemente lógica. Un método de enseñanza puede ser individualizado, a un solo alumno, caso que vemos muy a menudo en equitación. Un jinete de reconocido prestigio es contratado por un jinete novel para que eleve el nivel de sus conocimientos y de su práctica y si es contratado por otro o varios, tendrá que recapacitar en la enseñanza individualizada, pues no hay dos alumnos iguales en grado de madurez, capacidad general, aptitudes, preparación, ritmo de trabajo, resistencia a la fatiga. Si el método de enseñanza es para un grupo, el trabajo, sin descuidar la enseñanza individualizada, irá orientado al grupo y habrá mucho que escribir sobre sus ventajas en la formación del alumno, siempre que el profesor esté bien preparado, exponga lo que quiere decir con claridad, que es la exposición didáctica o procedimiento por el cual el profesor, valiéndose de todos los recursos de su lenguaje didáctico, presenta a los alumnos un tema nuevo, definiéndolo, analizándolo y explicándolo de tal forma que sea inteligible para poder ser asimilable. Para ello el profesor debe tener los conocimientos de la equitación con una gran solidez, debe dominar el objeto de lo expuesto, la corrección, claridad y sobriedad del estilo, tan necesario en la equitación, que por no desarrollar la práctica en habitación cerrada, siempre habrá que elevar la voz, pero con corrección, claridad, sobriedad, palabras que no nos cansaremos de repetir, como las características de una buena exposición de un tema.
De un profesor de equitación se esperan las mismas cualidades que se requieren para un buen profesor, en cualquier rama de la enseñanza: debe tener un conocimiento completo de la materia, y estar en condiciones de hacer una demostración práctica al alumno, no para hundir al alumno demostrándole su inoperancia sino para demostrarle que siguiendo sus instrucciones, se puede conseguir fácilmente el objetivo deseado. De esta forma el alumno admirará al profesor y la enseñanza será más efectiva. Naturalmente, un profesor deberá tener un conocimiento muy profundo del caballo, de sus reacciones, de su psique, de su estado momentáneo, en resumen, de todo él. También debe conocer a sus alumnos, calibrar sus problemas, tanto físicos como psíquicos y de todo ello depende la calidad del profesor, pues como hemos repetido un sinfín de veces, un excelente jinete puede ser un mal profesor, y por el contrario, un jinete mediocre puede ser un buen profesor. Debe tener autocontrol y paciencia. Autocontrol, para aceptar, tanto los progresos, como las faltas y los estancamientos en el proceso de asimilación. Jamás se pondrá colérico ni utilizará un aire desagradable, ya que esto sería un mal ejemplo para el alumno y una falta contra sí mismo. Durante la clase, ni por el tono de la voz, ni por la expresión de la cara, notará el alumno que no se aprueba lo que hace. El profesor se mostrará sosegado, y no sorprenderá con cambios de carácter de un día a otro. No hay nada más deprimente que un profesor que un día corrige una falta con paciencia y comprensión, y al día siguiente, la misma falta, lo hace con brusquedad y destemplanza. Esto confunde al alumno y le imposibilita para sentir y corregirse a sí mismo. Ciertamente no es fácil controlarse en algunos casos, pero es de todo punto necesario, si se quiere consolidar el respeto que el alumno debe sentir a su profesor. La paciencia, que tiene que ser virtud en el jinete, debe serlo mucho más, en el profesor de equitación. Debe esforzarse en alentar al alumno con calma, lo cual le hará superar cualquier dificultad con más facilidad, que con brusquedades, que solo conseguirán ponerlo cada vez más nervioso. El profesor usará la calma en su trato con el caballo y el alumno, animando a este segundo a que siga su ejemplo. No se debe esperar la paciencia en el alumno, cuando uno no da más que muestras de enfado y tiene un carácter desagradable. Se debe conocer el alumno y no esperar el mismo progreso en todos. Un nivel puede ser adquirido en pocos días, por unos y el mismo nivel en más tiempo, por otros. Es una excelente táctica, suspender la clase después de que el alumno haya realizado un buen ejercicio recién explicado, es un reconocimiento y estímulo, para emprender nuevos ejercicios. Para el caballo también es un premio por un trabajo bien hecho.
Un profesor de equitación debe estar compenetrado con sus caballos y alumnos. Como jinete debe saber ejecutar lo que enseña y cómo enseñarlo a sus alumnos. Como profesor, debe comprender la mentalidad del alumno, sobre todo si hay una gran diferencia de edad. Al mismo tiempo, es bueno que tenga en cuenta que todos los días puede aprender una cosa más, que enriquecerá su experiencia. Si cumple todo lo expuesto, lleva una vida honorable, será un ejemplo para sus alumnos que querrán imitarle como jinete e incluso como persona, que servirá para la total formación del individuo. En el siguiente Post hablaremos de lo que esperamos de los alumnos.
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